abril 10, 2015

Dulce espera



Dentro de cinco meses seré madre, quizá menos. A estas alturas pienso en mi vientre abultado, las náuseas que aún no cesan y las miles de veces que me levanto para ir al baño por la madrugada, sin contar el Ají de gallina que se me antoja dos veces por semana y las horribles vitaminas que tomo en la mañana, media hora antes del desayuno. A decir verdad, aunque los síntomas del embarazo me incomoden un poco, me alegra mucho saber que todo esto vale la pena porque tengo un pequeño ser dentro de mí, un pequeño bebé que pronto tendré en mis brazos, que podré abrazar y besar.

Mis preocupaciones por este bebé también aumentan, pienso en cómo hacer para que no le falte nada a mi pequeño, cómo educarlo, cómo enseñarle lo que está bien y lo que está mal. Creo que todo es parte de ser mamá, de aprender a serlo, de crecer juntos aprendiendo cosas nuevas, siempre intentando ser mejor y con mucho amor enseñarle lo bueno y malo de la vida, guiarlo para que en su momento sepa tomar las mejores decisiones, para que no desmaye cuando se encuentre afligido y piense que la vida no tiene sentido, para que aproveche al máximo su única oportunidad de ser feliz en esta vida, para que pueda rodearse de personas maravillosas que terminarán siendo sus amigos de toda la vida.

Yo no sé nada de ser mamá ahora mismo, no sé qué se siente llevar a tu hijo a su primer día de escuela, no sé si sea buena idea ponerlo a estudiar en la mañana o quizá sea mejor en la tarde, no sé qué tipo de emoción sentiré cuando pronuncie su primera palabra o aprenda a caminar, no sé si me condenen por dejarlo comer todos los dulces que desea en las fiestas infantiles o por quedarme con él algunas madrugadas cuando llore.

De lo que sí estoy segura es que solo quiero verlo feliz y prepararlo lo mejor posible para cuando le llegue el momento de enfrentar la vida. Por eso estaré a su lado para brindarle mi apoyo y mis mejores consejos, pero nunca privarlo de la oportunidad de experimentar por él mismo y decidir qué hacer con su vida, qué rumbo tomar, que sea un niño seguro de sí mismo, que crea que puede cumplir todos sus sueños si le pone mucho esfuerzo y trabaja en ello, que puede vivir tranquilo trabajando en lo que más le gusta y le apasiona, con una familia que lo ama tanto como yo a él.

Tal vez sea muy pronto para pensar en todo esto, pero no puedo evitarlo, me siento responsable por su vida y por el hombre que más tarde será. Quiero enseñarle a respetar a las personas, a nunca juzgar a nadie por su forma de pensar o de vestir, ni por su opción sexual ni por la religión que elijan, a compartir con los demás sin esperar nada a cambio, a ser agradecido y, sobre todo, que crea en Dios, que sepa que él no estaría aquí si no fuera por la obra de Dios, que tiene una madre y un padre que un maravilloso 1 de febrero de 2014 se unieron con la bendición de Dios para formar una familia que aunque no es perfecta, intenta dar lo mejor de sí.

Espero que algún día, cuando dé sus primeros pasos, cuando camine a su salón de clases, a su lugar de trabajo, al altar donde la espera su futura esposa, al hospital donde conocerá al gran amor de su vida, esté completamente seguro que está viviendo la vida que siempre quiso, que es un hombre de bien, que se sienta orgulloso de sí mismo, que recuerde quién es y lo que está logrando. Que su vida pueda ser de bendición para otras personas, que sea realmente feliz.